martes, 12 de mayo de 2015

Médicos suicidas

Ser médico es una profesión de riesgo, algunos estudios muestran que los médicos tienen el doble de probabilidad de suicidarse que las personas que no ejercen esta profesión; la probabilidad se triplica en el caso de las mujeres. La nanocirugía avanza a pasos agigantados, al igual que el prospecto de nuevos tipos de transplantes y vacunas contra enfermedades hasta hoy incurables; sin embargo, los médicos no pueden comportarse como robots: siguen enfrentándose finalmente al ciclo de vida y muerte al que todo organismo está expuesto, y para algunos es simplemente demasiado difícil.
Se estima que al menos 400 médicos cometen suicidio cada año en Estados Unidos, más que el promedio de la población general y más que en cualquier otro grupo académico-ocupacional –y la tendencia es más pronunciada entre psiquiatras y anesteciólogos.


La paradoja de que los médicos no puedan diagnosticar sus propios malestares asociados con el ejercicio de la profesión (como estrés, aislamiento social y abuso de sustancias) ha sido documentada estadísticamente, pero algunas voces al interior del gremio están de acuerdo en que se requieren cambios de fondo.


Una de las teorías es que los médicos son formados de acuerdo al ideario del ensayo “Aequanimitas” de Sir William Osler, fundador del primer programa de residentes del Johns Hopkins Hospital en 1889. El médico debe proyectar ecuanimidad intelectual, emocional y física, muchas veces más allá de las que posee realmente. Pero, es sólo cuestión de tiempo para que el médico tenga que enfrentarse a la realidad estresante de aquello que, paradójicamente, también le genera satisfacción.

Para remediar dicha soledad, es necesario crear una cultura médica que nos aliente a compartir estas vulnerabilidades, cambiando la competencia entre colegas, así como el sentimiento de soledad, por un sentido de conexión.

Los dramas médicos no ocurren solamente en Dr. House Grey’s Anatomy: la supuesta infalibilidad de los médicos ha sido cuestionada también en un contexto latinoamericano en el libro Permiso para morir. Cuando el fin no encuentra un final.

El caso del músico Gustavo Cerati y su innecesaria agonía, asi como la de miles de personas mas en el muno, dan pie a una reflexión que se viene llevando a cabo hace varios años en Colombia sobre el derecho a la muerte voluntaria, pues hay investigaciones que señalan que los médicos realizamos maniobras de reanimación cardiopulmonar hasta en un 85% de los casos, aun considerando que serán inútiles o que sólo prolongarán la agonía.

Una propuesta para logar mejor servicio y po ende mayor satisfacción personal seria poder afrontar con una nueva humildad el ejercicio de la medicina, donde estudiemos para “ser” y no sólo para “hacer”. Leemos, tomamos cursos de postgrado, asistimos a congresos y a simposios para adquirir como médicos las habilidades que teníamos antes de ingresar a la facultad y que habíamos perdido al salir de allí. Las competencias elementales para comprender el sufrimiento ajeno y para permitirnos sentir el propio. La habilidad para articular lo analítico y lo narrativo. 

3 comentarios:

  1. Este tema es de suma imprtancia y relevancia para nosotras como estudiantes de medicina y para los medicos. Es algo que a veces pasamos por alto por concentrar nuestra atencion unicamente a observar patologías de los pacientes. Esto abre los ojos a un tipo de enfermededas frecuentes y poco reconocidos por los mismos médicos.

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  2. Es una tema triste y me gusta mucho como lo abordaste, pues para muchos este tema aún es considerado ficción

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  3. Para muchas personas los médicos no se mueren. Pero nosotros como estudiantes de medicina, padecemos muchas veces enfermedades y no sólo físicas, sino también mentales. Como la depresión, que nos puede llevar al suicidio

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